historias de miedo... buuu xD

Fue la última vez que la vi, y fue en un ataúd. Y aunque todavía tenía las marcas de golpes desfiguradores y rasguños, su semblante ya era de paz. Su familia lloraba amargamente, pero yo no podía, todavía tenía tanto miedo, que ni siquiera me dejaba desahogar.

Aquella noche era una más de nuestras reuniones nocturnas, y hartas de la monotonía y rutina de las ultimas semanas, quisimos probar con algo diferente. Adela sugirió una práctica espiritista, y ante la incredulidad de todas aceptamos; ése fue el primer error.

Mariana preparó la pequeña mesa de la sala; Lucía buscó velas en la cocina, mientras yo cerraba las cortinas y persianas. Adela al ser la anfitriona, y estar solas en casa, fue al cuarto de su hermana mayor, y tomó la Ouija del cajón de su ropa interior. Ahora que lo pienso, tal vez ya lo tenía todo planeado.

Reíamos nerviosamente, era la primera vez que jugaríamos algo así; Lucía dijo que nos tomáramos de la mano y así lo hicimos. Las pequeñas velas blancas ya estaban encendidas, eran nuestra única fuente de luz. Las sombras alrededor se movían con nosotras, y el ambiente se tornaba cada vez más tenso.

- ¿Conocen historias de terror? – preguntó Mariana para romper el hielo.
- Yo sí – respondió Adela casi al tiempo – Es sobre Bloody Mary ¿La han oído? – Todas negamos con la cabeza, aún recuerdo que su mirada tenía algo diferente, algo que erizaba los vellos del cuerpo, y no pude evitar apretar las manos de mis amigas que tenía a los lados. Luego siguió su relato – Ayer me contó mi hermana que Minerva, una de sus amigas la invocó, ahora la llevan al psiquiatra porque se volvió loca. Lo que hizo fue pararse frente a un espejo con velas encendidas, dio tres vueltas completas delante de él y dijo su nombre cada vez que pasaba de frente al espejo. Cuando terminó, las velas se apagaron repentinamente y afuera se escucharon sus gritos. Al entrar sus padres…
- ¡Cállate! - interrumpió en un grito Lucía – Yo mejor ya me voy a mi casa, no tengo ninguna necesidad de estarme espantando con cosas irreales.
- Tú sola te contradices - alegó Adela – Si crees que es mentira ¿Por qué te asustas?
- ¡No sé! Pero no quiero jugar con eso – y señaló a la tabla – Tampoco quiero hacer el experimento con el espejo, porque sé que van a decir que una de nosotras lo haga… Y no quiero arriesgarme.
- Tranquila Lucy, no lo vamos a hacer… - dije yo.
- ¡Claro que sí! Si no ¿Qué chiste tiene esto? Ya sé que es falso, pero es más divertido si lo hacemos. Y para que sea más justo, que sea elegida al azar la que lo vaya a hacer ¿De acuerdo?

Ninguna contestó. La conducta de Adela me sorprendía cada vez más, no se portaba como normalmente, de hecho, parecía que le excitaba cada vez más la idea de asustarnos. Lucía seguía de pie, pensando en que responder o hacer.

- No lo voy a hacer, ni aunque me paguen – fue lo que respondió Lucía.
- Entonces será una de nosotras tres – dijo Adela.
- Si tantas ganas tienes hazlo tú – dije yo un poco molesta.
- Pero que infantiles y miedosas son, yo lo haré – fue Mariana quien habló, ése fue el segundo error; y al mirar a Adela me pareció ver un brillo en sus ojos y una imperceptible sonrisa de gozo.
Ella entró sola al baño, y al estar solas Adela soltó la carcajada. Nos contó que sí lo había planeado, que era una broma, Lucía estaba enterada, así que estaba entre Mariana o yo el ser las víctimas. Me molesté, estaba yo por girar la perilla de la puerta cuando se escuchó que algo se quebró dentro del baño. Al abrir y encender las luces, encontramos a Mariana en el suelo, con la mano sangrando y pedazos de un vaso en el suelo. Lucía y Adela no paraban de reír.

Habían calculado el tiempo que le tomaría a Mariana dar las vueltas, el acomodar las velas, y así, pusieron un vaso en la orilla de un estante con un juguete que vibraba y es cronometrado, de ésta manera tiraría el vaso y su jugarreta estaría completa.

Pero Mariana no se levantaba, solo se miraba la mano, estaba sumamente pálida. Lucía y Adela parecieron comprender la situación y se acercaron. Mariana miró a Adela, y llevó su pulgar a la frente se su amiga, con su sangre pintó una cruz, luego se levantó, y fue cuando se quejó del corte en la mano.

Todas estábamos atónitas. Mariana no recordaba lo de la cruz. Le pusimos una pequeña venda en la mano, Adela se limpió la frente y fuimos a la sala. Encendimos las luces, y ya un poco más relajadas, hablamos de lo sucedido. Adela caminó a la cocina, pues el horno de microondas sonaba al haber terminado la cocción de las palomitas de maíz.

Pero se detuvo ante el grito de terror que provoqué yo. Pues el puntero de la Ouija se movía solo, solamente hizo dos señalamientos, que en ese momento nos parecieron incomprensibles, la “M” y el “3”. Subimos corriendo a la habitación de Adela, estábamos completamente aterradas, Lucía y Mariana comenzaron a rezar, al momento nos unimos Adela y yo.

A las tres de la mañana salió Adela de la habitación rumbo al baño. No regresó jamás. Al despertar y ver que no estaba, fuimos a buscarla. Lo que vimos nos dejó heladas, Adela estaba llorando sangre, tenía rasguños, sus ojos estaban en blanco, tenías las manos dobladas, y los dedos estaban doblados al revés, todos tenían fractura. Mariana tuvo una crisis nerviosa y no paraba de gritar.

Nada fue normal desde entonces. Mariana fue internada en un hospital psiquiátrico, sin la posibilidad de ser visitada, y le están prohibidos de manera permanente los espejos. Al cumplir la mayoría de edad, Lucía y yo nos mudamos; los padres de Adela siempre pensaron que fuimos las asesinas de su hija. Y es que no hay otra explicación lógica; solo la verdadera.